Tierra Chiloé

Publicado en edición 33 Chile Deluxe

 
 

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Siempre que escribo sobre Chiloé me quedo con gusto a poco, con esa sensación frustrante de intentar transmitir en una narración, una serie de emociones que cautivan mi mente y corazón cada vez que visito estas tierras. Porque hacer un relato de viaje en sí no es difícil, como aquellos que comienzan con la ubicación geográfica del destino para luego continuar con un listado de los lugares más emblemáticos para conocer, algunos restaurantes imperdibles y un par de datos de hoteles.

 
 
 

Pero para quienes llevan un tiempo leyendo mis textos habrán notado ya, que lo que me motiva a escribir en Chile Deluxe va más allá de entregar información, de alguna manera intento rescatar el espíritu del lugar, lejos de enfocarme en nombres, direcciones, horarios y mapas, lo que busco es la motivación, eso que encanta y emociona, y bueno, así me interno en bosques, recorro, converso, conozco y siento, para intentar transmitirles desde el alma, con la sola intención de inspirarlos.

 
 
 

Chiloé no es un lugar más, me pasa que siempre escucho los imperdibles de Chile y son San Pedro de Atacama, Torres del Paine e Isla de Pascua. Y para mí el Archipiélago de Chiloé debe estar en esa lista, porque es el lugar que lo une todo: naturaleza, un interesante patrimonio cultural, exquisita gastronomía, artesanía y gente amable, quienes tienen una gran cantidad de historias, leyendas y creencias para narrar, y que hacen de Chiloé una tierra cargada de magia, folclor, tradiciones, cultura religiosa, y todo en medio de una impresionante geografía. No me canso de admirar su belleza escénica, no me canso de escuchar sus historias, no me canso de recorrer estas tierras, por eso siempre vuelvo, y por esta razón los invito a venir aquí, a encantarse con uno de los lugares más bellos, místicos y especiales de Chile.

 
 
 

El Archipiélago de Chiloé tiene una geografía única compuesta por una serie de islas, parajes naturales de extraordinaria belleza y una gran biodiversidad con flora y fauna endémica, para recorrer y admirar por tierra en jornadas de trekking y cabalgatas, en medio de un bosque valdiviano. Por mar, pueden recorrer sus islas e islotes navegando por sus fiordos y canales en kayak, lachas y yates, o pueden pescar, mariscar, o bien, dirigirse a alguna de las playas solitarias del lado oeste de la isla. Y así, pueden llenar sus días, avistando pingüinos, delfines o toninas, algún martín pescador o un chucao, entre muchas otras variedades de aves, o si tienen suerte, pueden encontrarse con un monito del monte, con un pudú, un coipo, un huillín, un zorro chilote o una ranita de Darwin.

 
 
 

Y entre tanta riqueza natural, nos encontramos con el chilote, aquellos habitantes que dan vida a este noble lugar y quienes aún conservan sus creencias y tradiciones, gente de bordemar, agradecidos de los alimentos que la tierra y el mar les entrega en abundancia, ingredientes con los que preparan recetas tradicionales, que forman parte de otra de sus más importantes virtudes, su gastronomía.

 
 
 

Una gastronomía sencillamente espectacular, porque el chilote cultiva cientos de variedades de papas, además de otros vegetales y frutas, crían ganado, cerdos, corderos, gallinas… y el mar les brinda ostras, choritos, salmones, centollas, entre otros. El resultado es una gran variedad de productos locales con que elaboran deliciosas recetas, como aquella que lo une todo… el curanto.

 
 
 

Y así comienza nuestra estadía en el maravilloso hotel Tierra Chiloé, con un curanto al atardecer. Llueve en Chiloé y nos ponemos capas de agua para salir a ver como preparan el curanto, un gran hoyo en la tierra que tiene como base piedras calientes y que se va rellenando con papas, milcao, chapaleles, trozos de cerdo, pollo, longanizas y muchos mariscos, todo tapado con hojas de nalcas. Allí, nos reunimos huéspedes de diversas nacionalidades e integrantes del staff del hotel para presenciar el destape del curanto y por supuesto, para probar algunos mariscos, que hirviendo sacamos y vamos comiendo.

 

Entramos al restaurant del hotel, el curanto está servido y nos disponemos a disfrutar de nuestra primera cena de tres tiempos, y como es habitual, los días que realizan curanto viene un acordeonista que alegra el ambiente con sus melodías. Así, comenzamos inmediatamente a sentir las tradiciones chilotas, como una introducción a nuestra mágica experiencia de 5 días, para descubrir y explorar estas tierras desde el espectacular Tierra Chiloé Hotel & Spa.

 
 
 

Y aquellos fieles lectores de Chile Deluxe, recordarán que la hotelería de Tierra Hotels me encanta, personalmente siento que logran la mezcla perfecta entre aventura y relajación, para disfrutar de una experiencia cargada de identidad, respeto y admiración por el entorno natural y la cultura chilota, así, tienen preparadas una serie de excursiones por mar y tierra, y de vuelta en el hotel, cada día se puede disfrutar de una exquisita gastronomía, de un momento de relajación en su Uma Spa y de sus espacios interiores y exteriores decorados con materiales nobles y artesanía local, además de una arquitectura sustentable, de gran belleza y armonía con su entorno. El hotel cuenta con 24 habitaciones con amplias vistas, cálidas y muy acogedoras. En Tierra Chiloé todo está pensado para hacer sentir bien a sus huéspedes, con un sistema full-board con atención personalizada y magníficas instalaciones, con grandes ventanales que invitan a admirar el paisaje y las múltiples aves que habitan el humedal Pullao, que se encuentra justo abajo del hotel.

 
 
 

Y uno de los grandes atractivos de este hotel es la Williche, una embarcación de madera con todas las comodidades para un día de excursión por agua. Nosotros optamos por una navegación full-day hacia el Archipiélago de las Chauques para llegar a desembarcar en la isla Mechuque, de gran belleza, con sus palafitos y un puente con un mirador para contemplar el lugar.

 
 
 

La excursión comienza en Tenaún, un poblado portuario muy especial que parece detenido en el tiempo, ahí, recorremos sus calles y visitamos su iglesia la cual forma parte del conjunto de las 16 iglesias de Chiloé declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

 

Embarcamos en la Williche, el sol brilla y estamos felices, la amabilidad y servicio del staff del hotel junto a la experiencia de navegar en esta noble embarcación hacen de esta excursión un imperdible. Nos dicen que podemos escoger entre tres opciones de actividades antes de nuestro desembarco en Mechuque. Kayak, zodiac y una caminata son las alternativas. Mi marido y mi hija optaron por la navegación en kayak mientras yo partía en zodiac, mi intención era ver toninas y sabía que en zodiac tendría más posibilidades, ya que a estas juguetonas criaturas les gusta saltar las olas que produce este tipo de embarcación. Y no me equivoqué. A poco andar comienzan a aparecer toninas, pegadas al zodiac saltan y a gran velocidad nadan a nuestro lado, son 4 las que nos dan una gran fiesta.

 

De vuelta en la Williche continuamos rumbo a Mechuque donde visitamos el “Museo don Checo” que es la casa de doña Berta, quien atesora una serie de objetos que narran parte de la historia del lugar. Caminamos por este pequeño pueblo, lo fotografiamos y nos sorprendemos de la tranquilidad, sus vistas y su arquitectura típica.

 
 
 

Mientras navegamos de vuelta al hotel disfrutamos de un exquisito almuerzo a bordo.

 

Y continuamos nuestros días de aventura en contacto con la exuberante vegetación del archipiélago, esta vez nos subimos a la van con destino a Chepu, donde comienza la excursión denominada “Bosque hundido y playa de Guabil”.

 
 
 

Don Alfonso nos espera para llevarnos en lancha por el río Chepu hasta la desembocadura con el Pacífico. En el trayecto recorremos el bosque hundido de coihues, el cual resultó un metro y medio bajo el agua luego del terremoto de 1960. Un martín pescador se posaba en la rama de uno de aquellos árboles, mientras don Alfonso nos narraba algunas historias del río, como aquel día en que iba bajando hacia la desembocadura cuando ve un sombrero flotando, lo extraño es que se dirigía río arriba, es decir, contra la corriente. “Esos son brujos” dice él. Aquellos brujos que forman parte de la tradición oral de los chilotes, narraciones que cada habitante aquí tiene para contar.

 
 
 

Y por esa razón a Chiloé se viene a ver, sentir y escuchar, el canto del chucao, las entonadas melodías de un acordeón además de las historias y leyendas que llenan de magia este lugar.

 

Comenzamos a caminar por la playa de Guabil hasta avistar un barco de fierro hundido en los años 80. Volvemos a la embarcación para luego caminar en ascenso hasta el “Muelle de la Luz” una de las 3 plataformas escultóricas del artista chileno Marcelo Orellana, las cuales forman parte de una trilogía a la que se suman el “Muelle de las Almas” en Cucao y el último, en proceso, es el “Muelle del Tiempo” en Punta Pilol.

 
 
 

El Muelle de la Luz es un homenaje a historias tan antiguas y tan recientes, de aquellas “luces que saltan, luces que viajan, luces que observan. A veces luces de brujos, a veces luz de algún Caleuche, a veces luz de otros planetas”. Fragmento del texto que, en una sencilla hoja de papel pegada al muro, presenta esta interesante obra.

De vuelta en el hotel, cada día disfrutamos de la exquisita gastronomía preparada con ingredientes locales y de su propia huerta orgánica, una que hace poco construyeron y en la cual cultivan verduras, hierbas, hortalizas y flores. Una cuidada cocina de mar y tierra, que busca resaltar la identidad de Chiloé en preparaciones de autor, con una presentación perfecta, en un ambiente que mezcla al igual que su cocina, nobleza y refinamiento.

 

Y para conocer un poco más de los ingredientes chilotes, en Tierra Chiloé montaron “El Mercado” con una muestra de productos locales.

 
 
 

El bar del hotel es espectacular, con una barra de 18 metros, de madera, con bellas lámparas de cobre que otorgan la iluminación perfecta a este espacio, donde cada tarde disfrutamos de alguno de los deliciosos sour que aquí preparan, como el “Nalca sour” o el “Ulmo sour”. A veces llevamos nuestra copa a la terraza para disfrutar la hora del atardecer junto al fuego.

 
 
 

Otra excursión muy interesante y entretenida es a la isla de Quinchao, para visitarla debemos cruzar en ferry desde Dalcahue, donde está su famosa feria homónima, lugar ideal para comprar artesanía chilota.

 
 
 

En Quinchao visitamos Achao, su mercado y la iglesia del siglo XVIII, la más antigua de las 16 patrimoniales. Completamente cubierta por tejuelas de alerce en su exterior y sus uniones están ensambladas sin utilizar clavos.

 
 
 

Más tarde nos dirigimos a la granja orgánica de Sandra, quien cultiva papas nativas y ajos gigantes además de verduras, hortalizas y cría cerdos, ovejas y gallinas. Almorzamos con ella en su casa mientras conversamos sobre la vida del chilote, sus costumbres y creencias. Ella, al igual que don Alfonso, nos narra fantásticas historias que me hacen reflexionar sobre la fantasía y la realidad, y por un momento saco esa venda de mis ojos de mujer citadina e intento comprender que tal vez, quienes viven aquí, tienen la capacidad de ver, sentir y percibir la naturaleza y la magia de este lugar sin cuestionamientos, con la sola convicción de vivir en un lugar especial. Y sin duda así es, un archipiélago cargado de paisajes naturales para ver, sentir y escuchar.

 
 
 

Y no podemos irnos sin visitar Castro, así, salimos en un city-tour hacia el Mercado Yumbel para luego visitar la iglesia de Nercón, recientemente remodelada, para continuar hacia la iglesia de Castro que es la única que no pertenece a la “Escuela chilota de arquitectura religiosa en madera” y seguir en van hasta el mirador de los palafitos de Gamboa, en este lugar el ideal es que la marea esté alta para capturar la postal de Chiloé perfecta. Finalizamos este city-tour con un aperitivo en una exquisita cafetería en Castro.

 
 
 

Y para reponer energías el Uma Spa es el lugar ideal, con piscina climatizada interior y exterior de borde infinito, con una espectacular vista al humedal de Pullao, además de sala de vapor, sauna seco, masajes y envoltura corporal con ingredientes naturales locales. Un espacio ambientado con gran maestría, donde inmediatamente al ingresar sientes una increíble tranquilidad y sensación de bienestar, perfecto para reponer energías después de un día de aventuras.

 
 
 

Antes de tomar la van de vuelta al aeropuerto, salgo a caminar, a recorrer los exteriores de este hotel que enamora, en recepción me han entregado un plano con el recorrido, así, sigo el sendero que me lleva hacia la huerta orgánica e invernadero, para comenzar el descenso hacia la playa, avistando algunos zarapitos, cormoranes, patos y gaviotas. En la playa disponen de kayaks para quienes quieran recorrer y admirar este maravilloso hotel desde el agua.

 
 
 

Y desde aquí me despido, con la agradable sensación de haber vivido una experiencia mágica e inspiradora, y puedo decir una vez más, que la experiencia que brinda Tierra Chiloé es absolutamente perfecta, la mezcla precisa entre aventura y relajación, entre naturaleza y lujo, el lujo de los materiales nobles, de la identidad y cultura de uno de los destinos más bellos de Chile.