Esta es una invitación que veníamos esperando ansiosas desde hace un par de años cuando visitamos su construcción, una obra que vendría a redefinir la experiencia del vino. Y al fin llegó el día, nos preparamos a partir, a conocer y a vivir la experiencia del recién estrenado Hotel Viña Vik.
Ubicado en Millahue que en lengua indígena significa “lugar de oro” está distante aproximadamente 200 kilómetros de Santiago hacia el sur. Nos internamos por fértiles valles y a lo lejos aparece un reflejo dorado sobre una colina, no necesitamos señalética, sabemos que un concepto singular y de vanguardia nos espera, nos dirigimos a un hotel de Vik Retreats, uno que viene a formar parte de la cartera inigualable de propiedades extraordinarias de Alexander Vik.
Arquitectura, diseño y arte se presentan desde el primer momento para dar la bienvenida a este fantástico hotel de 22 habitaciones, la transparencia de su construcción permite además maravillarse con las vistas en 360 grados del campo de 4.300 hectáreas donde descansa el hotel y la viña que actúa de anfitriona y protagonista con su destacado vino VIK.
Así comienza todo, con la elección de un campo para producir un vino de calidad, un terroir único, para que un equipo de enólogos francés-chileno puedan producir VIK, un hijo único al que dia a dia entregan todo el amor, el cuidado y la pasión que da vida a este ensamblaje de cinco cepas que son Cabernet Sauvignon, Carmenère, Cabernet Franc, Merlot, Syrah.
Y todo gira en torno a él, protagonista absoluto, y para acompañarlo, presentarlo a los visitantes, degustarlo y vivir la experiencia de esta magnífica viña, el hotel se alza brindando la posibilidad de alojar en este increíble lugar, entre montañas y viñedos.
Pero el hotel Viña Vik es diferente, atrevido y juguetón, invita a ser recibido en un salón con obras de Roberto Matta y Anselm Kiefer, en una singular y genial decoración, y el despertar puede ser en una de las 22 habitaciones marcadas por el diseño innovador y una amplia colección de obras de arte de artistas chilenos e internacionales, cada una de ellas ofrece al huésped una experiencia incomparable, la de despertar entre graffitis del artista callejero Diego Roa, o en la H Suite para apreciar el cuero y la estética que caracteriza a la firma francesa Hermès. El baño inspirado en la moda del conjunto H es glamoroso y caprichoso, incluyendo imágenes de moda, un espacio elegante, sofisticado y atrevido. Cada habitación es un capricho para vivir el diseño, el arte y la arquitectura al estilo VIK.
Hacemos un paréntesis en esta descripción para relatar nuestra experiencia, que comienza con un exquisito almuerzo en su restaurant, dirigido por el chef Rodrigo Acuña quien propone una gastronomía basada en productos de la zona, con la idea de que cada ingrediente utilizado debe ser de proveedores que su ubicación no supere los 60 kilómetros de distancia del hotel. Así, aseguran productos frescos y potencian el desarrollo de pequeños productores locales.
A las cuatro nos esperan para un tour por los viñedos, la bodega y una degustación del vino VIK. Son 400 hectáreas plantadas que recorremos en camioneta mientras aprendemos de vitivinicultura con nuestra guía Laura quien nos acompaña además a conocer la bodega diseñada por el arquitecto chileno Smiljan Radic, teniendo como principal fundamento la sustentabilidad de la bodega, diseñada con materiales elegidos para armonizar la bodega con el viñedo y minimizar el uso de energía, maximizando el uso de las energías que naturalmente existen en VIK.
Lapostolle Residence. Para saber los detalles, sigan leyendo y maravillándose con las espectaculares fotografías que capturamos en nuestra “Escapada Deluxe”. Nos trasladamos hasta la Bodega Clos Apalta, en Colchagua, para vivir la experiencia de una noche en Lapostolle Residence, para contarles, como es costumbre, de primera fuente, e intentar retratar en imágenes y palabras este exclusivo lugar, que alberga mucho más que una viña, una impresionante bodega y un alojamiento de lujo, alberga también esa magia que poseen algunos escasos lugares, que consiste en la más simple de las reglas de hospitalidad, “hacerte sentir bien en cada momento”. Suena sencillo y para muchos algo obvio, pero debo decirles que es tal vez uno de los puntos más complejos de satisfacer. Porque no tiene que ver con la calidad ni la cantidad, tiene relación con las sensaciones, con llegar al alma de huéspedes diferentes, y dejarlos “encantados”. En estos 8 años dedicada al turismo de lujo he creado mi propio check-list viajero, grandes y pequeños detalles que tienen como resultado final lo que denominamos “la experiencia”, y es aquí donde esta “magia” es la encargada de convertir una buena experiencia en una “experiencia inolvidable”. La experiencia en Lapostolle Residence está dada sin duda por la excelencia en cada detalle, y por un servicio personalizado. La palabra “exclusividad” define todo, partiendo desde el alojamiento, que se compone de sólo cuatro “casitas”, enclavadas sobre una ladera rodeada de bosque nativo y con una vista excepcional a los viñedos. Cada una cuenta con terraza privada para disfrutar de la vista, de una cena íntima o de una copa de alguna de las renombradas etiquetas de la viña, mientras descansan en un par de cómodas reposeras dispuestas en este escenario perfecto. Las “casitas” tienen alrededor de 90m2, con escritorio, estar, música a elección, máquina de café, oscuridad total a la hora de dormir, entre otros fantásticos atributos. Lo primero que te dicen es que por afuera de la casita no pasa nadie, así la tranquilidad es total y la privacidad se convierte en un lujo más. Desayuno, almuerzo y cena se sirven en el “Residence”, una construcción en altura, con una arquitectura y decoración respetuosa con su entorno, sofisticada y a la vez noble, con un amplio estar, muy cálido y una terraza con cuatro mesas con dos sillas cada una, ya que a este lugar vienen principalmente parejas. Las mesas pueden aumentar al almuerzo cuando reciben visitas que vienen por el día. A un costado, una piscina infinita aporta belleza al paisaje y una terraza sobre ésta le da un toque de elegancia, con mobiliario que invita a disfrutar de un momento de relajación y contemplación del lugar. Por ahí escondidos, también se encuentran sillones para disfrutar del paisaje y de bellos atardeceres. Pero hablemos de su gastronomía, con la importante misión de acompañar los exquisitos vinos de viña Lapostolle en almuerzos o cenas maridaje, para deleitar los paladares más exigentes. Para darles un ejemplo de su gastronomía, les detallo el menú que prepararon el día de nuestra “Escapada Deluxe”. Abrimos con un aperitivo denominado “Lapostolle Blue Star” en base a pisco Lapostolle, en armonía con empanaditas de queso y champiñón, pincho de pera y jamón serrano y un gazpacho de frutilla menta. De entrada, camarones macerados en Grand Marnier sobre potage de zanahoria-jengibre, con dressing de palmito y brotes de la huerta, maridado con Lapostolle Le Rosé 2016, un rosé ensamblaje de Grenache, Cinsault, Syrah y Mourvedre con aroma a frutos frescos del bosque como frutillas y frambuesas, de cuerpo ligero y persistente final. Continuamos con el fondo, para maridar con la estrella de la viña, su vino ícono, el reconocido Clos Apalta. Del año 2012, acompañante perfecto para un Magret de pato con aroma a lavanda, demi-glace de vino tinto y miel, guiso de mote y vegetales salteados en oliva. Para finalizar, un praliné de avellanas con brownie de chocolate dulce y nueces, salsa de naranjas, sorbet de papaya y pisco Kappa, en armonía con un Grand Marnier Titanium. Una cena maravillosa, a la luz de las velas, con una gastronomía exquisita, en la cual además utilizan productos locales y de su propia huerta, cultivada de manera orgánica y a la cual va el chef personalmente a seleccionar los ingredientes para llevar a la cocina. Y bueno, además de descansar, maravillarse con las fantásticas vistas, sentados con una copa de buen vino, o disfrutando de una romántica cena, les quiero contar que también pueden vivir el lugar, realizando actividades outdoor. Las bicicletas están siempre a disposición de los huéspedes, y en nuestro caso avisamos que las usaríamos en la mañana para que estuvieran preparadas, así, nos dejaron sobre ellas un casco y una botella de agua. Salimos a recorrer el campo, entre las parras, y fuimos a conocer la huerta. Cuando nos cansamos de pedalear avisamos para que nos bajaran a buscar en carros de golf que utilizan para trasladar a los huéspedes desde el Residence hasta las habitaciones en caso de que así lo requieran. Más tarde salimos a caminar, por un sendero muy bien logrado, con pequeños escalones que hacen de este trekking en ascenso un paseo muy agradable y de muy baja dificultad, para que todos puedan disfrutar de la fantástica vista que se obtiene desde la cima. Y como no podíamos llegar hasta aquí sin conocer la historia y elaboración de las renombradas etiquetas de Lapostolle, apenas llegamos hicimos el tour con degustación que consiste en un recorrido por la bodega Clos Apalta, un edificio de 6 pisos diseñado para utilizar 100% la gravedad en la cuidadosa creación del Clos Apalta, el icónico vino que se produce en esta bodega, pasando por la sala de fermentación donde llama la atención la utilización de cubas de madera en vez de acero inoxidable, para finalizar en la sala de barricas, muy escenográfica, con un gran mesón central de vidrio que deja ver la impresionante cava de Alexandra Marnier Lapostolle, fundadora de esta exclusiva viña.
Y mientras sueñas con algunos días de descanso, vienen a la mente inmediatamente los clásicos vacacionales, aquellos destinos que están ahí, cómo la primera respuesta, a veces obvia cuando pensamos en viajes. Pero esta vez les propongo profundizar en sus pensamientos, y antes de hacer check-in en lo conocido, los invito a conocer un hotel que bien podría cumplir con la mayoría de los puntos de nuestra lista de deseos.
Una lista que generalmente comienza con la palabra descanso, continúa con aventura y naturaleza, y de a poco se va abriendo hacia conceptos ideales como inolvidable, asombroso y exclusivo. Bueno, y así suma y sigue, porque la lista puede ser larga, puede incluir deseos cómo alimentos orgánicos, ojalá producidos en su propia huerta, o clases de yoga privadas, barbecue a orillas del río, heli-flyfishing, heli-bike, clases de cocina, conocer la cultura local, realizar cabalgatas, trekking, ascensión a volcanes, deportes aventura como rafting y canyoning, disfrutar de reconocidos vinos, de paisajes majestuosos, de atención personalizada, en fin, de algunos días de felicidad, porque ¿de eso se trata, no?.
Así, partimos en busca de la felicidad, de algunos días de alegría y bienestar, ¿el lugar escogido? Hacienda Hotel Vira Vira, ubicado en las afueras de Pucón, en el sur de Chile.
Un hotel emplazado a orillas del río Liucura, en medio de un parque de especies nativas, que además alberga una hacienda la cual produce alimentos frescos y sanos sólo para alimentar a sus pasajeros, porque la idea es llevar su gastronomía a un nivel alto, cultivando sus verduras y hortalizas en su huerta orgánica, y produciendo su propia leche, yogurt y quesos, para ello, cuentan con una quesería a cargo de un experto suizo en la elaboración de quesos. Utilizan leche de las vacas de la hacienda y cultivos microbianos traídos de Dinamarca para elaborarlos, además de un cuidadoso y sofisticado sistema de producción y refrigeración, con el fin de obtener quesos Gruyère, semiduro, Azul, Manchego, Parmesano y fresco de excelente calidad para ofrecer a sus huéspedes cada día.
Su restaurant está a cargo del chef uruguayo Damián Fernández, quien presenta una cocina sofisticada, utilizando principalmente ingredientes de la hacienda y algunos locales. Una cocina de autor para disfrutar en armonía con reconocidas etiquetas de vino chileno, de una carta de más de 200 botellas de diferentes cepas y valles.
Un hotel del portafolio Relais & Châteaux, el único que utiliza el sistema all inclusive incluyendo excursiones en los alrededores de Pucón, un hotel pensado para vivir aventuras a medida y disfrutar de tours guiados especialmente diseñados para conocer y explorar la naturaleza y cultura del lugar.
Así, nuestra estadía comenzó con un floating por el río Liucura, para admirar la belleza de sus bosques que se descuelgan hacia el río. Un paseo maravilloso, en aguas muy tranquilas y cristalinas, donde además se puede pescar.
Al atardecer, disfrutamos de una hot-tub a orillas del río, y más tarde, de la maravillosa vista hacia la laguna con cisnes que se obtiene desde la terraza del hotel, mientras degustamos los exquisitos quesos de la hacienda con una copa de chardonnay.
La cena esa noche se presentó en cuatro tiempos, comenzando con un “Veloute de papas nativas, espuma al estragón y flores de romero”, para continuar con “Gambas, mousselline de camote y brotes de hierbas silvestres”, y un “Filete de novillo roti a la salvia, cebollas nuevas y pimientos semi-confit”. De postre, un “Cheesecake de ricotta de la hacienda con salsa y gelée de frutillas”.
El hotel cuenta con seis suites y 12 villas muy amplias, de 75 metros cuadrados, cálidamente decoradas con artesanía local y materiales nobles. Se ubican a orillas del río, y entre sus comodidades, cuentan con chimenea, un pequeño estar y una tina privada en su terraza.
El día siguiente nos apuntamos en el trekking “Sendero lagos andinos”, en el sector de Puesco, dentro del Parque Nacional Villarrica, hasta donde llegamos luego de una hora en van. Nuestra primera parada fue en la laguna Quillelhue, en la frontera con Argentina, desde donde comenzamos a caminar por un sendero de bosque de lengas, coihues y araucarias milenarias, siempre con vistas al volcán Lanin, hasta llegar a la Laguna Escondida, donde hicimos un descanso para disfrutar de un snack y de la maravillosa postal que allí se enmarca. El sendero continúa en un suave ascenso hasta llegar a la Laguna Huinfiuca, con impresionantes vistas al volcán. En el sendero si tienen suerte pueden avistar pájaros carpinteros.
De vuelta a la van, continuamos rumbo a Curarrehüe para nuestra segunda parada, visitar a Irma Epulef, mujer mapuche que nos recibe con un almuerzo de cocina típica, y nos invita a conocer su ruka tradicional mapuche. Allí nos esperan con el fuego encendido para escuchar el relato de Irma, quien es de origen mapuche por padre y madre, y viste con el tradicional chamal (vestido negro de un hombro) y el trarihue (faja que se atan a la cintura). Su vestuario se complementa con un conjunto de adornos de plata, como el trarilonko en su cabeza y la trapelacucha sobre su pecho. Ella siente que tiene la misión de transmitir la cultura y vida de este pueblo indígena originario.
Pero para quienes llevan un tiempo leyendo mis textos habrán notado ya, que lo que me motiva a escribir en Chile Deluxe va más allá de entregar información, de alguna manera intento rescatar el espíritu del lugar, lejos de enfocarme en nombres, direcciones, horarios y mapas, lo que busco es la motivación, eso que encanta y emociona, y bueno, así me interno en bosques, recorro, converso, conozco y siento, para intentar transmitirles desde el alma, con la sola intención de inspirarlos.
Chiloé no es un lugar más, me pasa que siempre escucho los imperdibles de Chile y son San Pedro de Atacama, Torres del Paine e Isla de Pascua. Y para mí el Archipiélago de Chiloé debe estar en esa lista, porque es el lugar que lo une todo: naturaleza, un interesante patrimonio cultural, exquisita gastronomía, artesanía y gente amable, quienes tienen una gran cantidad de historias, leyendas y creencias para narrar, y que hacen de Chiloé una tierra cargada de magia, folclor, tradiciones, cultura religiosa, y todo en medio de una impresionante geografía. No me canso de admirar su belleza escénica, no me canso de escuchar sus historias, no me canso de recorrer estas tierras, por eso siempre vuelvo, y por esta razón los invito a venir aquí, a encantarse con uno de los lugares más bellos, místicos y especiales de Chile.
El Archipiélago de Chiloé tiene una geografía única compuesta por una serie de islas, parajes naturales de extraordinaria belleza y una gran biodiversidad con flora y fauna endémica, para recorrer y admirar por tierra en jornadas de trekking y cabalgatas, en medio de un bosque valdiviano. Por mar, pueden recorrer sus islas e islotes navegando por sus fiordos y canales en kayak, lachas y yates, o pueden pescar, mariscar, o bien, dirigirse a alguna de las playas solitarias del lado oeste de la isla. Y así, pueden llenar sus días, avistando pingüinos, delfines o toninas, algún martín pescador o un chucao, entre muchas otras variedades de aves, o si tienen suerte, pueden encontrarse con un monito del monte, con un pudú, un coipo, un huillín, un zorro chilote o una ranita de Darwin.
Y entre tanta riqueza natural, nos encontramos con el chilote, aquellos habitantes que dan vida a este noble lugar y quienes aún conservan sus creencias y tradiciones, gente de bordemar, agradecidos de los alimentos que la tierra y el mar les entrega en abundancia, ingredientes con los que preparan recetas tradicionales, que forman parte de otra de sus más importantes virtudes, su gastronomía.
Una gastronomía sencillamente espectacular, porque el chilote cultiva cientos de variedades de papas, además de otros vegetales y frutas, crían ganado, cerdos, corderos, gallinas… y el mar les brinda ostras, choritos, salmones, centollas, entre otros. El resultado es una gran variedad de productos locales con que elaboran deliciosas recetas, como aquella que lo une todo… el curanto.
Y así comienza nuestra estadía en el maravilloso hotel Tierra Chiloé, con un curanto al atardecer. Llueve en Chiloé y nos ponemos capas de agua para salir a ver como preparan el curanto, un gran hoyo en la tierra que tiene como base piedras calientes y que se va rellenando con papas, milcao, chapaleles, trozos de cerdo, pollo, longanizas y muchos mariscos, todo tapado con hojas de nalcas. Allí, nos reunimos huéspedes de diversas nacionalidades e integrantes del staff del hotel para presenciar el destape del curanto y por supuesto, para probar algunos mariscos, que hirviendo sacamos y vamos comiendo.
Entramos al restaurant del hotel, el curanto está servido y nos disponemos a disfrutar de nuestra primera cena de tres tiempos, y como es habitual, los días que realizan curanto viene un acordeonista que alegra el ambiente con sus melodías. Así, comenzamos inmediatamente a sentir las tradiciones chilotas, como una introducción a nuestra mágica experiencia de 5 días, para descubrir y explorar estas tierras desde el espectacular Tierra Chiloé Hotel & Spa.
Y aquellos fieles lectores de Chile Deluxe, recordarán que la hotelería de Tierra Hotels me encanta, personalmente siento que logran la mezcla perfecta entre aventura y relajación, para disfrutar de una experiencia cargada de identidad, respeto y admiración por el entorno natural y la cultura chilota, así, tienen preparadas una serie de excursiones por mar y tierra, y de vuelta en el hotel, cada día se puede disfrutar de una exquisita gastronomía, de un momento de relajación en su Uma Spa y de sus espacios interiores y exteriores decorados con materiales nobles y artesanía local, además de una arquitectura sustentable, de gran belleza y armonía con su entorno. El hotel cuenta con 24 habitaciones con amplias vistas, cálidas y muy acogedoras. En Tierra Chiloé todo está pensado para hacer sentir bien a sus huéspedes, con un sistema full-board con atención personalizada y magníficas instalaciones, con grandes ventanales que invitan a admirar el paisaje y las múltiples aves que habitan el humedal Pullao, que se encuentra justo abajo del hotel.
Y uno de los grandes atractivos de este hotel es la Williche, una embarcación de madera con todas las comodidades para un día de excursión por agua. Nosotros optamos por una navegación full-day hacia el Archipiélago de las Chauques para llegar a desembarcar en la isla Mechuque, de gran belleza, con sus palafitos y un puente con un mirador para contemplar el lugar.
La excursión comienza en Tenaún, un poblado portuario muy especial que parece detenido en el tiempo, ahí, recorremos sus calles y visitamos su iglesia la cual forma parte del conjunto de las 16 iglesias de Chiloé declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Embarcamos en la Williche, el sol brilla y estamos felices, la amabilidad y servicio del staff del hotel junto a la experiencia de navegar en esta noble embarcación hacen de esta excursión un imperdible. Nos dicen que podemos escoger entre tres opciones de actividades antes de nuestro desembarco en Mechuque. Kayak, zodiac y una caminata son las alternativas. Mi marido y mi hija optaron por la navegación en kayak mientras yo partía en zodiac, mi intención era ver toninas y sabía que en zodiac tendría más posibilidades, ya que a estas juguetonas criaturas les gusta saltar las olas que produce este tipo de embarcación. Y no me equivoqué. A poco andar comienzan a aparecer toninas, pegadas al zodiac saltan y a gran velocidad nadan a nuestro lado, son 4 las que nos dan una gran fiesta.
De vuelta en la Williche continuamos rumbo a Mechuque donde visitamos el “Museo don Checo” que es la casa de doña Berta, quien atesora una serie de objetos que narran parte de la historia del lugar. Caminamos por este pequeño pueblo, lo fotografiamos y nos sorprendemos de la tranquilidad, sus vistas y su arquitectura típica.
Mientras navegamos de vuelta al hotel disfrutamos de un exquisito almuerzo a bordo.
Y continuamos nuestros días de aventura en contacto con la exuberante vegetación del archipiélago, esta vez nos subimos a la van con destino a Chepu, donde comienza la excursión denominada “Bosque hundido y playa de Guabil”.
Don Alfonso nos espera para llevarnos en lancha por el río Chepu hasta la desembocadura con el Pacífico. En el trayecto recorremos el bosque hundido de coihues, el cual resultó un metro y medio bajo el agua luego del terremoto de 1960. Un martín pescador se posaba en la rama de uno de aquellos árboles, mientras don Alfonso nos narraba algunas historias del río, como aquel día en que iba bajando hacia la desembocadura cuando ve un sombrero flotando, lo extraño es que se dirigía río arriba, es decir, contra la corriente. “Esos son brujos” dice él. Aquellos brujos que forman parte de la tradición oral de los chilotes, narraciones que cada habitante aquí tiene para contar.
Y por esa razón a Chiloé se viene a ver, sentir y escuchar, el canto del chucao, las entonadas melodías de un acordeón además de las historias y leyendas que llenan de magia este lugar.
Comenzamos a caminar por la playa de Guabil hasta avistar un barco de fierro hundido en los años 80. Volvemos a la embarcación para luego caminar en ascenso hasta el “Muelle de la Luz” una de las 3 plataformas escultóricas del artista chileno Marcelo Orellana, las cuales forman parte de una trilogía a la que se suman el “Muelle de las Almas” en Cucao y el último, en proceso, es el “Muelle del Tiempo” en Punta Pilol.
El Muelle de la Luz es un homenaje a historias tan antiguas y tan recientes, de aquellas “luces que saltan, luces que viajan, luces que observan. A veces luces de brujos, a veces luz de algún Caleuche, a veces luz de otros planetas”. Fragmento del texto que, en una sencilla hoja de papel pegada al muro, presenta esta interesante obra.